Cuando Nuestra Señora apareció la primera vez en Fátima, el día 13 de Mayo de 1917, Lucía acababa de cumplir 10 años; Francisco estaba pronto a cumplir 9; y Jacinta, la menor de los tres pastorcitos, tenía un poco más de 7 años.

Las apariciones de Nuestra Señora se dieron habitualmente en Cova de Iría, en una propiedad del padre de Lucía, situada a 2,5 Kilometros de la localidad de Fátima. La madre de Dios aparecía cerca del mediodía, sobre una encina de un poco más de un metro de altura.

Por algún misterioso designio de Dios, los tres niños fueron privilegiados, pero de manera desigual: los tres veían a Nuestra Señora, mas Francisco no la podía escuchar; Jacinta la veía y escuchaba, pero no le hablaba; Lucía veía y escuchaba a la Santísima Virgen, y también podía conversar con ella.

 

Por algún misterioso designio de Dios, los tres niños fueron privilegiados, pero de manera desigual: los tres veían a Nuestra Señora, mas Francisco no la podía escuchar; Jacinta la veía y escuchaba, pero no le hablaba; Lucía veía y escuchaba a la Santísima Virgen, y también podía conversar con ella.

Los pastorcitos estaban, en aquel día 13, jugando a construir una casita de piedras alrededor de un arbusto cuando, de repente, brilló una luz muy intensa.

En un primer momento pensaron que había sido un relámpago, pero poco después vieron, sobre una encina, «una Señora, vestida toda de blanco, más brillante que el Sol, esparciendo una luz más clara e intensa que una copa de cristal llena de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardientes«.

Los pequeños, sorprendidos, se pararon muy cerca de la Señora, dentro de la luz que la envolvía. Nuestra Señora entonces inició la siguiente conversación con Lucía:

   No tengáis miedo. Yo no les haré daño.

   De dónde es Su merced?

   Soy del cielo.

   Y qué es lo que Su merced quiere?

He venido para perdirles que vengan aquí seis meses seguidos, en el día 13, a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Después, volveré aquí una séptima vez.

  ¿Y yo voy al Cielo?

  Sí, vas.

  ¿Y Jacinta?

  También.

  ¿Y Francisco?

También; pero tiene que rezar muchos rosarios. Lucía se acordó entonces de preguntar por dos jóvenes amigas suyas que habían fallecido hacía poco tiempo:

  María de las Nieves ya está en el cielo?

  Si está.

  ¿Y Amelia?

  Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo.

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